USO DE RAZÓN.  DICCIONARIO DE FALACIAS. © Ricardo García Damborenea.

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Falacia de AMBIGÜEDAD, del equívoco

 o de anfibología

 

 

 

  Se produce cuando en un mismo argumento se emplean palabras o frases en más de un sentido, como ocurre en este ejemplo con la palabra igual:

 

             Los sexos no son iguales, los derechos no pueden ser iguales.

 

   No se habla de la misma igualdad a lo largo del argumento. Primero se em­plea en su acepción de identidad (biológica) y más tarde en su acep­ción jurí­dica (igualdad ante la ley). La ambigüedad utiliza conceptos diferentes que compar­ten una expresión común. La lengua está llena de vocablos polisémicos a los que cada uno puede dar un sentido distin­to.

 

             Toda persona que ocasiona una herida a otra es un delincuente.

             Todo cirujano ocasiona heridas a otras personas.

             Luego todo cirujano es un delincuente.

 

  Confunde la acción de matar o hacer daño y la intervención quirúr­gica efec­tuada con el propósito, enteramente opuesto, de lograr la curación de un enfer­mo y salvarle la vida. Con el mismo fundamen­to podría acusarse de caní­bal a quien se come un brazo de gitano.

 

   Idéntica falacia comete quien con­funde responsabilidad penal y responsabilidad política: No asumiré ninguna responsabilidad hasta que lo pruebe un tribunal. a responsabilidad jurídica presupone la inocencia hasta que se demuestre lo contrario. La responsabilidad política se basa en la confianza de los ciudadanos y es compatible con la inocencia. Bajo el amparo de esta falacia se producen paradojas: personas que han dimitido de su cargo porque no eran dignas de la con­fianza (pública), han recibido otro cargo porque eran dig­nas de la confian­za (del gobier­no).

 

            ¿Cómo afirma usted que sea cierto que sus latas de conserva llevan mitad de liebre y mitad de caballo?

            — Porque es verdad, señor juez. Yo siempre mezclo una liebre y un caballo.

 

¿Qué significa mitad y mitad? Para evitar (o combatir) esta ambigüedad semántica, se re­quiere precisar el significado de cada uno de los términos de las premisas y asegurarse de que no varían a lo largo de la inferen­cia.

 

    Las conversaciones cotidianas abundan también en construc­ciones gramaticales e­quívocas que dan lugar a malentendidos por am­bigüedad sintác­tica, como sucede en las siguientes:

 

             Juan le dijo a Pedro que tenía mal aspecto.

             Juan le dijo a Pedro que debiera atender a su madre.

 

    ¿Cuál de los dos tenía mal aspecto? ¿De qué madre se trata?

 

             Durante la noche pasada se han registrado dos grados bajo cero en León y uno más en Burgos.

 

             Dos pastores protestantes hablan del triste estado de la moral sexual de hoy en día:

          — Yo nunca me acosté con mi mujer antes de que nos casáramos. ¿Y usted?

          — No estoy seguro. ¿Cómo se llama?[1]

 

Una tercera forma de equívoco se produce a través de sobreentendidos:

Gutiérrez ha llegado hoy al trabajo completamente sobrio.

¿Cómo hay que entender esto? ¿Señala una situación excepcional o relata lo que ocurre todos los días?

Hoy ha dicho la verdad el Presidente.

 

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[1]Paulos. Pienso, luego río.